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sábado, 13 de febrero de 2010

PRIMERA CARTA

Madre, no duermo, llevo despierta desde las cinco de la mañana y estuve leyendo hasta ahora, son las seis y media.
Por Reyes, Máriel me ha regalado, entre otras cosas, un libro, es de Brian D´Amato, lleva por título 2012. Autores que merecen cierto reconocimiento en su país, opinan sobre él y dicen que su novela es “asombrosa y brillante”, otro dice que su lectura es tan emocionante, que logra mantenerte pegado al libro página tras página.
Ya sabes que nunca me ha gustado empezar un libro y no acabarlo, este me desborda, pienso si estoy perdiendo facultades y no entiendo, no logro descubrir emoción en su lectura, no siento inquietud por leer el capítulo siguiente, en fin, que estoy deseando llegar a la página 730 donde ponga fin.
Recuerdo libros cuya lectura me mantuvo en tensión, incluso he llegado a sentir pena cuando llegaba a su final, quisiera que sus autores continuasen escribiendo, escribiendo….
Nombres, entre tantos otros, como KEN FOLLETT en Los pilares de la tierra, ILDEFONSO FALCONES en la Catedral del mar, CARLOS RUIZ ZAFÓN en La sombra del viento, STIEG LARSSON en sus tres libros, algunos de ellos llevados recientemente a la pantalla etc,etc. Te cito estos títulos por ser de los últimos que he leído y disfrutado mucho con ellos.
Hoy no tengo clase, dispongo de todo el día para mi, mejor dicho para dedicárselo a Máriel, tengo que hacerle unos estores para su habitación. ¿Sabías que ahora se llevan dobles? Hay que poner dos rieles detrás de la escayola que bordea la ventana de su dormitorio, en el más próximo al cristal, va colocado un estor muy transparente y sobre éste, en el otro riel, se pone otro opaco. De día, el opaco se recoge dejando libre la mayor parte de la ventana y el fino queda extendido. La verdad es que resulta bonito y novedoso, aunque no dejo de reconocer que me dan el doble de trabajo. El éxito para que resulte agradable a la vista, está en saber coordinar bien los colores, he logrado encontrar las telas de los estores en las mismas tonalidades que la colcha. Te mando unas muestras, los tonos morados y malva están de plena actualidad, es para que te vayas haciendo una idea de lo precioso que le va a quedar. A ti siempre te gustó su casa y eso que le faltaban cantidad de detalles en la decoración.
Si estuvieras aquí, madre mía, me ayudarías, lo hacías todo tan bien y con tanta ilusión…..
Con solo verte, hemos aprendido a defendernos con la aguja, ¿podrás creer que hasta Sonsoles le está haciendo un disfraz a su hija? Ayer, según me lo contaba, quería te dijera que se acuerda mucho de ti en cada puntada que da. Otro tanto me pasa a mí.
Todos, nietos, biznietos e hija te queremos mucho.
Un abrazo muy fuerte de Kasioles.

domingo, 7 de febrero de 2010

MI BLOG

Tengo mi blog un poco abandonado, de momento dispongo de poco tiempo, pero buenos propósitos no me faltan para seguir escribiendo.
Me viene a la mente la correspondencia que mantengo con mi madre, en muchas de mis cartas le envío una de mis recetas. Le gustaban las comidas que le hacía cuando estaba conmigo.
Por motivos de salud, tuvo que hacer un largo viaje, fuera de España, a un clima cálido, un cielo azul, un lugar muy tranquilo, es una especie de Paraíso, el sitio ideal para descansar.
Lo malo de esto, es que se acuerda constantemente de mí, me echa en falta, añora mis comidas ¡ si supiera cuánto la necesito yo a ella….!
Mi madre siempre dice que no le gusta cocinar, pero me hacía una carne estofada, que con tan solo mencionarla, parece como si percibiese su olor y sabor.
Yo la he hecho varias veces, a todos los de casa les gusta mucho, pero tengo que reconocer que no me sale igual que a ella. Tiene su explicación, el cariño de madre que encerraba aquél plato, es imposible que pueda imitarlo.
Envío su receta y en su honor, quiero que pongáis como elemento principal, una buena dosis de cariño y paciencia.
Para hacer este plato, mi madre pedía al carnicero le diese aguja de ternera, de la parte más bajita, algunos le llaman solomillo falso, la cortaba en trozos un poco grandes y la dejaba toda la noche con unos dientes de ajo y unas hojas de laurel.
Al día siguiente, cuando iba a prepararla, ponía en una cazuela aceite, (que cubra todo el fondo) echaba unos 4 dientes de ajo pelados y cuando empezaban a tomar color, incorporaba los trozos de carne, los doraba bien en el aceite caliente, les daba vuelta y les mantenía así hasta que cada trozo aparecía doradito por todas partes, entonces echaba 2 o tres cebollas cortadas en trozos, no muy pequeños, rehogaba y rehogaba, añadía 2 hojas de laurel y un buen ramo de perejil (lo ataba para poderlo retirar al final fácilmente), ponía la sal y regaba todo con un buen vaso de vino blanco y un poco de agua (si la carne se quedase sin líquido a lo largo de la cocción, se añadirá algo más de agua y de vino blanco).
El fuego fuerte, que empleó en un principio para dorar la carne, lo baja a una temperatura media y así, a fuego lento, se va pochando la cebolla al mismo tiempo que la carne se va haciendo y ablandando. Durante todo este proceso, la cazuela tiene que estar tapada, después, cuando al pinchar la carne esté tierna, añadía un chorro de coñac y dejaba la cazuela destapada un buen rato para que el alcohol se evaporara y la carne se impregnara de su aroma.
La servía acompañada de unas patatas fritas un poco gruesas y una ensalada.
Madre, te quiero mucho, gracias por tu receta y por todo lo que me has enseñado. Un beso de Kasioles.