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sábado, 16 de abril de 2011

PARA MERENDAR: TORRIJAS

Querida madre: Estaba pasando a limpio unos apuntes de Nutrición y me han entrado ganas de escribirte, tengo ganas de contarte las últimas novedades.

Ayer me ha sido imposible comunicarme contigo ¿tenías el teléfono estropeado? Lo intenté más de una vez, pero el teléfono seguía sin dar señal. ¡Cuánto he sentido no pudieras escucharme!

A última hora de la mañana me han llamado del programa Protagonistas (punto radio de Castilla y León).

Una parte del programa la dedicaban a las nuevas tecnologías, buscaban a una abuela metida en este mundillo mágico de Internet.


Encontraron Los pucheros de Kasioles y me llamaron.

El entrevistador, Miguel Castañeda, un joven con mucha experiencia, que transmite seguridad y calma, me hizo algunas preguntas. Si te digo la verdad, casi ni las recuerdo. Conociendo a tu hija, te darás cuenta que estaba nerviosa, no podría decirte con exactitud todo lo que dije.

Recuerdo haber contado mis inquietudes por la cocina al poco de casarme.

 
Yo quería agradar a Anthony en todo, en ese aspecto no podía fallarle y me dediqué a preguntar, a conocer el tipo de cocina de esta tierra (tan diferente a la nuestra) y a preparar unos platos que, sin darme cuenta, los transformé en una cocina de fusión.

Como dije a través de la radio, creo haber conseguido mi propósito, tengo a Anthony encantado, siempre alaba todo lo que hago y me sonríe con esa sonrisa suya, tan dulce, llena de amor y satisfacción ¿Puedo pedir más?

Se acerca la Semana Santa. No saldremos de vacaciones. Son días que invitan a la reflexión.

Algunos de nuestros hijos si lo harán. Aprovechan para visitar a los suegros. Ellos, al igual que nosotros, tienen derecho de disfrutar, aunque sólo sea por unos días, del cariño de hijos y nietos.

En gastronomía, la Semana Santa va unida al bacalao, al potaje y sobre todo a las torrijas.

Este rico postre, tan humilde, es capaz de hacer las delicias de los paladares más exigentes.

Se desconocen sus orígenes con exactitud. La receta debe remontarse a la Edad Media, luego se difundirá con rapidez.

En los conventos es acogida con gran entusiasmo. Las monjas aprovechaban el pan del día anterior para hacer torrijas.

La receta llegó a todos los hogares. Yo también la he recogido y quiero meterla en mis pucheros.

Hoy quiero hacer torrijas para ti, madre, para que te acuerdes de todas las veces que, con tanto cariño, te las hacía a la hora de llevarte el desayuno.

En esta Semana Santa, tendrás que hacerlas tú, presta atención:

Poner en un puchero medio litro de leche (o más dependiendo de la cantidad que se vaya a hacer), dos cucharadas de azúcar, una tira de piel de naranja, otra de limón y un palito de canela en rama. Dejar que llegue a hervir. Retirar del fuego y dejar templar. Si gusta, también admite anís.

Cortar pan del día anterior en rodajas no muy gruesas, colocarlas en una fuente un poco honda, sin amontonarlas. Regarlas con parte de la leche y dejar que se vayan empapando. Cuando la hayan absorbido, se les de la vuelta y se vuelven a regar con la leche restante.

Cuando el pan está bien blando, se sacan escurriéndolas un poco, se rebozan en huevo batido y se fríen en aceite caliente. Según se van sacando, se pasan a un plato con un papel absorbente.

Cuando hayan soltado el exceso de grasa, se colocan en una fuente y se riegan con un hilo de miel o se espolvorean con azúcar glas, al gusto.

En otras ciudades, son típicas las torrijas de vino, se llaman torrijas borrachas. Como su nombre indica, van empapadas con vino tinto, rebozadas en huevo, fritas y servidas con una lluvia de azúcar por encima.

Hoy me he extendido mucho, debo terminar. En la próxima carta te seguiré contando cosas.

Mientras, recibe montones de abrazos de todos nosotros, entre ellos, uno muy especial de tu hija.

                                   Kasioles






domingo, 10 de abril de 2011

BACALAO DE CUARESMA

Querida madre: Se me ha pasado la semana en un abrir y cerrar de ojos.

Ignoro lo que le ocurrirá al resto de la gente, pero yo tengo la sensación de que los días se suceden a gran velocidad. ¿Será un síntoma de vejez?

Cierto es que llevo unos meses muy atareada. Sigo yendo a las clases de la Universidad. Cojo apuntes como en mis tiempos de estudiante. Al salir de clase, siempre me espera Anthony. Paseamos, picamos algo o nos sentamos en una terraza, ahora que empieza el buen tiempo.

Cuando llego a casa, intento sacar un rato para descifrar los apuntes que he cogido a toda velocidad. Más tarde, hago fotocopias y se las doy a dos compañeras de clase.

Hoy había quedado con unas amigas para celebrar el cumpleaños de Loly. Llegada la hora, lo pensé mejor y decidí llamar para disculparme.

Sinceramente, he preferido quedarme con Anthony. Hoy no saldremos, pero no importa, soy feliz con solo sentarme a su lado, hay veces que no hablamos, pero nuestras miradas lo transmiten todo.

Juntos, sentados en el sofá, pasa su brazo alrededor de mi espalda y hoy comprendo, más que nunca, que hay silencios que tienen más valor que mil palabras.

Vemos televisión o escuchamos música. Me siento tan feliz a su lado reposando mi cabeza sobre su fuerte hombro…

Sigo los consejos del Dr. Rojas, intento cultivar el amor. El paso de los años trata de marchitarlo y, como si de una planta delicada se tratase, yo procuro abonarlo, cuidarlo, mimarlo, en una palabra: mantenerlo vivo.

Madre, soy feliz, creo haberlo conseguido. No obstante, procuraré no bajar la guardia, en esto estriba el éxito de un matrimonio.

Y como el amor tiene muchas facetas, hoy te envío la receta de un plato que a Anthony le gusta mucho: PATATAS CON BACALAO Y ARROZ

Poner a desalar el bacalao la noche anterior.

Poner una cazuela sobre el fuego con un poco de aceite, cuando esté caliente, se añade una cebolla muy picadita y un pimiento verde italiano troceado de la misma manera. Rehogar, dejar pochar unos minutos.

Mientras, pelar y cascar las patatas, cortarlas como rompiéndolas, es para que suelten la fécula, añadirlas a la cazuela, remover con cuchara de madera para que se impregnen bien con el aceite y verduras. Ponerles una hoja de laurel y una buena cucharada de pimentón dulce (admite también algo de picante), regar con una copa de vino blanco, incorporar el bacalao troceado (pueden servir migas) y cubrir con agua. Cuando levante el hervor, se añade un puñado de arroz, remover, dejar que vuelva a hervir. Por último, echar un majado de dos dientes de ajo y hojas de perejil, remover. Dejar cocer. Pasados veinte minutos, se retira del fuego, se dejar reposar un poco y se sirve. Es un plato ideal para un día fresquito y sobre todo, para Semana Santa.

No olvides que a Josep también le gusta mucho. ¡Con cuánto cariño os lo haría yo! Tengo ganas de que llegue el día en que pueda volver a abrazaros.

Esta semana, como tantas otras, te mandamos montones de besos y abrazos.

Cariñosamente

Kasioles