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domingo, 31 de julio de 2011

SIEMPRE APETECIBLE: TORTILLA DE CALABACÍN

Querida madre: Según te decía en mi carta anterior, pensábamos viajar aprovechando el puente de Santiago.

Máriel llegó el viernes, se había cogido un día de vacaciones para no tener que regresar el lunes y aguantar todo el atasco que se prepara al regreso.

Llegó acatarrada, más tarde se quedó afónica y no era plan de salir. Decidimos ir al chalé y quedarnos a pasar el fin de semana.

El sábado por la tarde, llegó Sonsoles con su marido y los dos niños.

Cenamos al aire libre, hemos tenido un día estupendo, de esos que te gustaban a ti, cuando la noche era tan apacible que invitaba a que la tertulia se prolongara hasta la madrugada.

Cuando decidieron marcharse, nos llevamos la sorpresa al escuchar a los niños, querían quedarse. Con Laura no tendríamos problema, dentro de poco hará siete años, está alta, espigada, es lista y trabajadora ¡vaya biznieta que tienes!

Pero… ¿qué hacíamos con Alexis? ¡Cuánto siento no llegaras a conocerle! Te recordaré que acaba de hacer tres añitos, es tan lindo y cariñoso….habla mucho, pero todavía necesita chupete para dormir. Como no lo tenía, primero le dijo a su madre que fuese a casa a buscarlo, pero, al insistir sus padres en llevarlo, dijo que ya era mayor, que se quería quedar y que dormiría sin él.

¡Se quedó! Pero dormir…

Como a su tía Pi la quiere mucho, lo metió en la cama, se puso a su lado y le contó el cuento de buenas noches.

Yo les escuchaba, más que un cuento, aquello parecía un coloquio, se oía más a Alexis preguntar, que a su tía narrar la historieta que se estaba inventando.

Tuve tiempo suficiente para acordarme de todo lo que había tirado la semana anterior, con seguridad, entre tantas cosas, habría más de un chupete, pero ya no era hora de lamentaciones.

A las doce de la noche, fui a relevar a mi hija, en ese momento se acordó de que, en uno de los cajones de mi dormitorio, todavía guardaba un mini biberón de cristal, desenroscó la tapadera con la tetina y se la pusimos de chupete ¡qué contento estaba! ¡lástima que su alegría durara tan poco! Al succionar, el aire salía por el agujerito de la tetina y emitía un ligero silbido, no llegó a llorar, pero estaba intranquilo, trataba de tapar el agujero metiendo su diminuto dedo dentro de la tetina, pero tampoco debía convencerle.

Me quedé con él, pactamos en que le contaría un cuento y que luego se dormiría, me pidió dos, accedí.

Acabados los cuentos, mi nieto seguía con los ojos como platos, decía que no estaba cansado y que no tenía sueño.

Traté de hacerme la dormida, se movía, daba vueltas, sacaba y volvía a ponerse el chupete, me revolvía el pelo, en fin, entre chupar y rechupar, oyendo de vez en cuando el silbido del aire al salir de la tetina (hoy bendigo el no haberla tirado) se quedó dormido a las dos de la madrugada.

Cuando regresé a mi dormitorio, Anthony me esperaba con la luz encendida hojeando la revista MUY INTERESANTE. Me sonreía.

Madre, hoy quiero dedicarte este relato, por tu paciencia, por tu comprensión, en una palabra, por ser madre y abuela.

Tampoco puedo olvidar a esas otras tantas madres, abuelas, tías y cuidadoras, que, en silencio, han logrado hacernos una vida más feliz.

Pensaba contarte el final de nuestras vacaciones, de regreso hemos estado en Trujillo, lo haré en la próxima carta, me estoy acordando que todavía tengo que mandarte la receta de la tortilla.

Los calabacines los he cogido de la huerta.

Se necesitan dos patatas, un calabacín lavado y sin pelar, una cebolleta y cinco huevos. Así de simple.

Pelar las patatas, cortarlas en láminas finas, igualmente se hará con el calabacín y la cebolleta la cortaremos en juliana.

Poner todos los ingredientes en un cuenco, mezclarlos, salar, reservar.

En una sartén amplia, poner bastante aceite, dejar calentar, no demasiado, echar todo lo reservado, mantener un fuego moderado, dejar se vayan friendo lentamente las patatas y demás ingredientes.

Cuando veamos que las patatas, junto con el calabacín y la cebolla están brillantes, melosos y tiernos, es hora de retirar la sartén del fuego.

Sobre un cuenco, colocar un colador grande, echar todo el contenido de la sartén en él, dejar que escurra bien el aceite. Reservar el resto.

En otro cuenco, batir los cinco huevos, no demasiado, echar las patatas y sus acompañantes, mezclar.

Volver a poner la sartén sobre el fuego con unas gotas de aceite, dejar calentar bien, volcar el preparado y dejar cuajar, darle la vuelta con ayuda de un plato grande, volver a cuajar por el otro lado. Retirar y servir.

Para los amantes del huevo poco cuajado, esta es la forma idónea, pero como para gustos no hay nada escrito, el que no quiera ver el huevo, tendrá que dejar más tiempo cuajar la tortilla.

La tortilla, hice dos, estaban deliciosas, las acompañé con una ensalada.
Con esto, acabo mi carta por hoy. Sabes que volveré puntual todas las semanas, no puedo pasar sin escribirte ¡cuánto te quiero!

Un abrazo madre, uno y muchos más te mando cada día.

                                                                                  Kasioles