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domingo, 10 de julio de 2011

MERLUZA AL HORNO CON REFRITO DE PIMIENTOS

Querida madre: Seguimos con temperaturas altas.

A primera hora de la mañana he abierto todas las ventanas que dan al Oeste y de vez en cuando entra un leve airecillo ¡cómo se agradece!

En mi carta anterior, te hablaba de ese pueblecito en el que creí encontrarte. Todavía guardo en mi memoria la imagen de aquella Virgen. Tuve curiosidad e intenté buscarla ¡la encontré!

Es la Virgen del Socorro ¡preciosa! Tan dulce y linda como tú.

Al día siguiente de visitar Benalup, decidimos ir a Chiclana de la Frontera.

Cuando llegamos, no lo podíamos creer, aquello parecía un desierto, no había ni un alma paseando por las calles.

Entramos en la iglesia de San Telmo y para nuestra satisfacción, allí descubrimos señales de vida, unos cuantos fieles, ya mayores, rezaban en silencio.

Cuando salimos, vimos a tres chicas vestidas con trajes de faralaes. Nos enteramos que Chiclana estaba en fiestas, celebraban las de San Antonio y por esta razón, la gente se apiñaba en la feria.

Nos dijeron que no quedaba lejos, que siguiéramos un caminito paralelo al río y que ya veríamos las luces al fondo.

Al poco, comprendimos el por qué Chiclana estaba vacía, toda la gente se había dado cita allí.

Arcos con luces de colores, con casetas a ambos lados, se sucedían unos a otros, aquello parecía no tener fin.

La feria no tenía edad, cobijaba a todo tipo de gente: mayores, jóvenes, pequeños, todos, disfrutaban del evento.

Me sorprendió ver que la mayoría iban vestidas con los trajes típicos, incluso las niñas más pequeñitas, aquellas que todavía no sabían andar, sus padres las llevaban con un mini vestido de faralaes.

De regreso, ya era tarde, nos paramos a cenar en la terraza de un pequeño restaurante situado cerca de dónde teníamos aparcado el coche. Recuerdo comimos unos chocos pequeños hechos a la plancha que estaban deliciosos.

Ahora paso a contarte lo que hicimos este fin de semana:

Lucho y familia regresaban de sus vacaciones, nos lo comunicaron el sábado por la mañana. Les invité a comer y quedamos en que nos veríamos en el chalé.

Ya me puse nerviosa, no contaba con ellos. Salí rápido a la pescadería con idea de comprar un pescado y hacerlo al horno.

Patricia, que así se llama la chica joven que suele atenderme, me sugirió llevase una merluza. Como las que tenía expuestas eran enormes, en la cámara me buscó una de más de 3 kilos ¡vaya merluza! Fresca, tiesa y dura ¡preciosa!

Le mandé me la abriese en abanico y me sacase la cabeza con un trozo del cogote, de ponerla entera no me cogería en la bandeja del horno.

Patricia tiene una piel muy parecida a la tuya, lo digo por lo blanca y delicada que es, ahora, con el sol, ha cogido un ligerísimo tono tostado.

De su cara destacan unos ojos de un color azul intenso, se confunden con el tono del mandil azulón que lleva.

En agradecimiento al buen pescado que siempre me recomienda, hoy quiero enviar, para las dos, esta receta.

Poner sobre la bandeja del horno, unas rodajas de tomate natural, salarlas, colocar encima la merluza, ponerle el punto de sal y regar con un poco de aceite y vino blanco.

 
Meter al horno, a 200 grados, durante una media hora.


Mientras, poner una sartén sobre el fuego con un poco de aceite, echar unos tres dientes de ajo laminados, dejar dorar ligeramente, añadir una guindilla troceada y tres pimientos del piquillo hechos tiritas, rehogarlos bien, añadir un buen chorro de vinagre y reservar.

Cinco minutos antes que la merluza esté en su punto, se vuelca sobre ella todo el contenido de la sartén.

Es una receta fácil y de un sabor extraordinario, os gustará.

Acabo ya, pero antes quiero despedirme enviándote un fuerte abrazo de todos ¡cuánto se acuerdan de ti!

Besos.




                      Kasioles