Querida madre: Hoy empiezo la carta con un poco de cotilleo.
Verás, uno de los sábados que salimos con la panda de amigos de Anthony, tú los conoces a todos, las señoras solemos hacer muchas veces un grupito aparte, ellos hablan de sus cosas y nosotras cotilleamos ¡qué simplonas!
No recuerdo exactamente como empezó la conversación, pero una de las amigas me hizo una pregunta: ¿Acaso crees que tú quieres más a tu marido que yo al mío?
En un principio, su pregunta me dejó sin saber que contestar, pero…una vez que la hube meditado un poco, le respondí:
Las cosas del querer, Manoli, son muy difíciles de sopesar. Tanto el amor, como los sentimientos, son algo intangible, no puedes ir por ahí preguntando cuántos kilos de amor has dado o cuántos guardas de reserva en la caja fuerte de un banco.
Por otra parte, no creo que el amor sea algo estático, es más, yo diría que envejece como el atardecer y vuelve a renacer con el nuevo día, es como si volviera a brotar, pero, el que lo haga con más o menos fuerza, depende en gran parte de nosotras.
Al amor hay que mimarlo, protegerlo, cuidarlo como a la planta más delicada y sensible, como a un niño recién nacido.
Hay quien quiere y no sabe querer, hay quien ama y no sabe dar.
Si el amor se pudiera medir o pesar, ya no sería amor, sería otra cosa.
Pero… aún sabiendo querer y dando sin limitación, ¡cuidado con el amor! A veces es tan escurridizo y silencioso que se escapa a tomar el sol al alféizar de otra ventana.
Mi última frase no debió de gustarle, rápidamente me preguntó: ¿qué me quieres decir con eso?
Continué: Que conste que no estoy pretendiendo ofender a nadie, lo digo sólo para recordaros y recordarme, que nosotras, por el mero hecho de llevar tantos años al lado de nuestros maridos, podemos, a veces inconscientemente, abandonarlos un poco. Nos acostumbramos a la rutina de todos los días, ellos entran, salen, vuelven del trabajo, a veces cansados, con preocupaciones y sin ganas de hablar, nosotras les dejamos sentados en el sillón sin molestarnos en ahondar más ¡Cuidado!
Hoy quiero veros a todas, cuando lleguéis a casa, sentaros a su lado, abrazarles fuerte, darles un gran besazo y decirles:
Amor, te acuerdas cuando…
Cada una que busque dentro de su cabecita y deje rodar su imaginación….
Como buena amiga, creo les he dejado un buen mensaje, pero cada uno en su casa y de puertas adentro… mejor no meterse.
En la carta anterior te dejé sin receta, hoy no quiero me ocurra lo mismo, ¿qué te parece si hoy te preparo un lomo de cerdo asado
Ahí va: Pedir al carnicero un trozo de lomo de cerdo, de algo más de un kilo, salpimentarlo y aromatizarlo con orégano. Reservar.
En una fuente que pueda ir al horno, echar una cebolla troceada, dos o tres zanahorias cortadas en rodajas, un puerro en aros y unos dientes de ajo laminados. Una vez hecha la cama con las verduras, colocar encima el lomo, regarlo con un poco de aceite de oliva y un buen chorro de vino blanco, mucho mejor, un vino de Jerez seco.
Meter al horno a 200 grados. Pasada media hora, se le da la vuelta y se agregan unas pasas de Corinto, dejar que se siga haciendo otra media hora o algo más, dependiendo de cómo guste de hecha la carne.
Cuando está, se retira del horno, se deja templar y se corta en lonchas.
Se sirven las lonchas salseadas y se acompañan de una ensalada de lechugas variadas, frutos secos y queso de cabra caramelizado.
Ya me contarás, si la haces, como está de rico.
Anthony nos tiene preparada una sorpresa, no me ha querido decir nada todavía, presiento que es un viaje, le conozco tan bien…sólo quiere que esté contenta y feliz.
Acabo ya, volveré para contarte.
Recibe un montón de besos de todos nosotros, con ellos, va también un fuerte abrazo de tu hija.