Estamos haciendo limpieza en el garaje del chalé.
Recordarás que, menos al coche, allí dábamos cobijo a todo.
Llega un momento en que hay que dejar los sentimentalismos a un lado y ser prácticos.
Anthony siempre me decía que no guardara, que al final siempre acababa todo en la basura o llevándolo a un punto limpio ¡cuánta razón tiene!
Ahora está feliz haciendo hueco y tirando todo lo que le molesta.
Dicen que el orden multiplica el espacio pero, a decir verdad, últimamente ya ni orden había.
Dentro de un rato, volveremos al “ataque”. Anthony se está arreglando y yo estoy aprovechando este momento para escribirte.
Me acaba de llamar tu nieto Lucho, me dice que vendrá a ayudarnos.
Willi me ha llamado ayer, lo hace todos los días, le conté que estábamos haciendo limpieza y me recalcó que no tiráramos nada que fuera de él ¡otro que sale a su madre!
No sé si en todas las casas pasará lo mismo, pero mis hijos, cuando algo no utilizan, saben que el garaje del chalé es elástico y para allá lo llevan, seguro que jamás lo volverán a utilizar, pero allí está, realquilado y con vistas al campo.
En mi carta anterior te prometí que te hablaría de Cádiz.
Recuerdo era un lunes, nos levantamos temprano ya que teníamos que recorrer unos cuantos kilómetros.
Cuando llegamos a la bahía, descubrimos un extenso mercadillo, los puestos, interminables, están colocados paralelos al mar. Se conoce con el nombre de “el piojillo”, allí se vende de todo, hemos visto puestos con caracoles, hierbas aromáticas, aceitunas y otros más típicos con ropa, zapatos, telas etc.
Allí estuvimos poco tiempo, confieso no he podido remediar la tentación y me he comprado un vestido largo, sin tirantes, con gomas y que está muy de actualidad.
Nos alejamos de la bahía y nos dirigimos al centro de Cádiz.
En su fachada, todavía se puede contemplar la portada original de estilo barroco, el resto, junto con las torres, fueron remodeladas a mediados del siglo XIX.
Muy cerca está el Ayuntamiento y, en la misma plaza, se encuentra el casino. Tuvimos suerte y hemos podido entrar, ¡qué agradable sorpresa nos hemos llevado! Si no supiera que estábamos en Cádiz, creería que estaba en Granada. La entrada, muy espaciosa, parecía un patio árabe, mira la foto con detenimiento y me darás la razón.
Nos dirigimos a la Plaza de la Mina y allí estuvimos comiendo en una terraza tranquila. Estábamos a la sombra, rodeados de unos árboles que no logré saber su nombre, son altos, con unas hojas un tanto extrañas, parecen esparragueras, pero tienen unas flores de color morado en forma de racimo que me recuerdan a las lilas, a las glicinias, son preciosas.
Por la tarde seguimos recorriendo las calles de Cádiz, no quisimos se nos hiciera de noche y emprendimos el regreso a Zahara de los Atunes. Al anochecer, en la terraza de otro restaurante a la orilla del mar, contemplamos encantados una preciosa puesta de sol.
Hoy no te mando ninguna receta. Anthony me está animando a salir de viaje ese fin de semana. Todavía no sé lo que haremos. Todo el norte amenaza lluvia.
Ya te contaré.
Abrazos madre, un montón de abrazos de tu hija.
Kasioles