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sábado, 9 de marzo de 2013

AMOR Y TORTILLA DE VERDURAS.


Querida madre: 

Acabo de recibir un 

correo de Máriel, me 

preguntaba si todavía 

conservaba las 

direcciones de los 

restaurantes donde 

hemos estado en 

París. 

Son para una compañera de trabajo, recién casada, que está preparando un viaje para ir en Semana Santa, una segunda luna de miel en París.

Recuerdo con nostalgia los días que yo pasé paseando por 

los puentes que cruzan el Sena.

París es la ciudad del 
amor, estoy segura 
de que regresará 
feliz y nunca podrá olvidar la belleza de sus plazas, el 
encanto de los bistrós, la iluminación nocturna de palacios y monumentos, la brisa acariciadora y romántica del Sena, sus puentes, Notre Dame, en fin, que estoy convencida de que dejará profunda huella en esos corazones enamorados.
Regresarán con un recuerdo imborrable por haberlo contemplado desde ese prisma maravilloso que refleja sentimientos de amor.


¡Ay el amor! Que gran fuerza tiene.

Aparece y nace sin  
darte cuenta, te atrae, 
te arrastra, te enreda, te apasiona y, cuando llegas a vivirlo intensamente, te sientes como un pájaro flotando en un paraíso maravilloso.

Pienso que, cada uno de nosotros, dependiendo de su 

sensibilidad y de su forma de amar, puede crear un paraíso 

distinto, lleno de magia y encanto.

Habrá tantos paraísos, como parejas de enamorados existan.

Madre, nadie mejor que tú sabe lo feliz que he sido.

Hoy, por la 

experiencia que me 

han dado los años, 

quisiera transmitir a 
todos los que nos leen, que el amor es como una flor, que su perfume puede ser muy intenso si se la 
cuida y mima, es tan delicada, que si nos distraemos un poco y dejamos de atenderla, corremos el riesgo de encontrarla deshojada y media muerta.

Hay que vivir el amor tan intensamente, como si cada día del 

año fuese el último de nuestras vidas.

Cuando de verdad se quiere, llegas a olvidarte de ti por 

complacer a la persona que se ama, lo haces sin enterarte, 

es instintivo.

Hoy Kasioles se siente romántica ¿será la primavera?

A cada edad le corresponde un tipo de amor, yo creo que es 
el mismo, pero enriquecido con el conocimiento que va 
aportando la vida en pareja.

¿Os ha pasado alguna vez que, antes de que la otra 
persona desee algo, tú ya le has adivinado el pensamiento?

Que nadie se desespere si tal cosa aún no ha ocurrido, 
seguramente se llegue a ello tras muchos años de 
convivencia, la vida en pareja logra fundir dos corazones en 
uno solo.

Y como no sólo de amor vive el hombre, también tendremos 
que conquistar su estómago ¿A quién no le gusta una 
tortilla?

Ahora mismo voy a preparar TORTILLA DE VERDURAS.

Ingredientes: Tres patatas, cinco huevos, dos puerros, un puñado de guisantes congelados, medio pimiento verde, un trocito de rojo, otro de calabacín, una zanahoria, jamón picado, medio chorizo en trocitos, sal y dos cucharadas de aceite de oliva.

Preparación:

1.       Pelar las patatas, laminarlas para hacer tortilla, picar
el puerro en rodajas y meterlo en un recipiente que pueda ir al microondas.



2.       Añadir el resto de las verduras bien picaditas.

3.       Incorporar el jamón y el chorizo picados, regar con dos cucharadas de aceite y poner el punto de sal.

4.       Remover todo el conjunto para mezclar bien.

5.       Meter al microondas, a máxima potencia 10 minutos.

6.       Retirar, remover el conjunto con una cuchara de 
madera y volver a meter otros 10 minutos en el microondas.

7.       Retirar, batir los huevos, añadirles las verduras y 
patatas ya cocinadas. Mezclar bien.


8.       En una sartén sobre el fuego, con un poco de aceite, 
dejar calentar bien y cuajar la tortilla, darle la vuelta y retirar.

9.       Si gusta poco cuajada, estará así en su punto, pero a 
los que no les guste el huevo a medio hacer, dejar cuajar un 
poco más

10.     Acompañar de una rica ensalada.



Y… yo creo que ya es hora de que acabe. Recibe un fuerte 
abrazo con los cariños de tu hija que mucho te quiere.

                                            Kasioles

domingo, 3 de marzo de 2013

BACALAO CON LECHE


Querida madre: Voy a seguir contándote la última parte de nuestra escapada a esa mágica y misteriosa tierra cántabra.

Cuando llegamos a La Busta (así se llamaba la otra casa rural) nos encontramos con un salón-comedor muy concurrido, muchas pequeñas mesas, cubiertas con manteles blancos, estaban, en su mayoría, ocupadas por parejas de jóvenes enamorados ¡cuánto me he acordado de Anthony!

Como hacía tanto frío, agradecimos que nos sirvieran un café calentito con tostadas y bollería.

Viendo aquella animación de gente, Máriel y yo nos hicimos la misma pregunta ¿se puede saber dónde están alojados?

Lo decíamos porque, la noche anterior, al regresar a La Casona, no logramos ver a nadie, es más, antes de entrar en nuestra habitación, fui recorriendo todas las que había a los lados del pasillo para volver a ver y recordar los nombres de tantos duendes y hadas: El Musgosu, Las Brujas, El Trastolillo, Los Caballucos del Diablo, La Anjana, La Sirenuca, El Trenti  y otros muchos más que no recuerdo.
 
 
Para mi sorpresa, allí seguía reinando el más absoluto silencio, estaba convencida de que, junto con los duendes, nosotras éramos los únicos habitantes de aquél extraño lugar.

Acabado el desayuno, decidimos pasar el día en Santander.

La tarde anterior habíamos estado en Santillana del Mar pero, como anochece tan pronto, poco pudimos ver.

Lo que yo deseaba era ver el mar ¿cómo me iba a marchar sin dar un paseo por el puerto?
 
 

También quería ir al Barrio Pesquero, años atrás había estado con Anthony y me traía buenos recuerdos. Tampoco podía olvidar una noche que estuvimos cenando en el Restaurante La Sardina, su forma de barco y la decoración relacionada con la pesca, eran el complemento de una velada de enamorados.
 
 

Preguntamos dónde quedaba y nos dijeron que justo estaba en dirección contraria a la que íbamos y bastante alejado.

Nos aconsejaron que siguiéramos la misma ruta que llevábamos y que pronto nos encontraríamos con Los jardines de Pereda, Puerto Chico y el mar.
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
No tardando, a los lejos vimos un largo paseo con árboles que todavía mantenían sus hojas con color otoñal, lo más seguro es que fuesen de hoja perenne.

 
Contemplar un jardín en invierno, es perderse gran parte de su belleza pero, aún así, hice algunas fotos:


 
Pero al ver unos árboles completamente desnudos, me han recordado el declinar de la vida y volvieron a mi memoria recuerdos que no hacían más que entristecerme. No supe que tipo de árboles eran ¡lástima no estuviese Karras por allí! Él, tan amante de la Naturaleza, seguro que lo sabría.
 
 

En pleno centro del jardín, se alza el monumento a Pereda, está muy cerca del Paseo Marítimo.
 
 
 

Es curioso, arriba, coronando el monumento, se ve la estatua del escritor y, a su alrededor, hechas en bronce, se pueden ver cinco de sus novelas más conocidas: Peñas Arriba, Sotileza, La Leva, El sabor de la tierruca y La Puchera.

Otra de las cosas que nos ha llamado la atención, son las figuras de cuatro niños, hechas en bronce y que están muy cerquita del puerto deportivo: Es el monumento a los Raqueros.
 
 

Eran niños pobres, de familias muy humildes, pero no rateros, se tiraban al mar para recoger las monedas que los turistas tiraban al agua  a finales del siglo XIX, el ver como se lanzaban esos niños, se convirtió en todo un espectáculo que duró hasta principios del siglo XX.

Como ya anochecía, nos fuimos de tiendas para comprar algún regalito que llevar.

Al día siguiente, dijimos adiós a las misteriosas casonas.

De regreso a casa, justo al acabar el pueblo de Golbardo, hay un puente muy estrecho sobre el río Saja. Le dije a mi hija que detuviese el coche antes de entrar en el puente, salí y disfruté de la vista: 

Atrás dejábamos los verdes prados y bellos paisajes.
 

 
Me estoy dando cuenta que esta carta se está prolongando demasiado y, de esta vez, si que quiero mandarte la receta de ese bacalao que tanto le gustaba a papá.

BACALAO CON LECHE:
 


Ingredientes: Bacalao desalado y troceado, patatas (el número dependerá de los asistentes a la comida) una cebolla, aceite, harina, pimienta, perejil, leche y un poquito de maicena.





 
Preparación:
 
 
1-    El bacalao se desalará, si es grueso, durante 48 horas, manteniéndolo con agua en el frigorífico y cambiándola tres veces. Pasado el tiempo, sacar y escurrir.

2- Poner en un puchero agua a calentar con una rama de perejil, cuando hierva, echar los trozos de bacalao y dejar dos o tres minutos cociendo. Sacarlos y colocarlos en una fuente sobre un papel absorbente.
 
 
 

3- Rebozar cada trozo en harina y freírlo en una sartén con  un buen aceite de oliva. Reservar.
 
 

4-  Al aceite sobrante (colarlo si hiciese falta) se añadirá un poco más y en él se sofreirá una cebolla cortada muy menuda, no debe tomar mucho color.
 
 

5-    Cuando está en su punto la cebolla, se pasa, junto con el aceite, a un vaso de la batidora, se riega con agua de haber cocido el bacalao y se tritura todo. Reservar,
 
 

6-    Pelar y cortar las patatas en rodajas no demasiado gruesas, freírlas en una sartén con abundante aceite, no necesitan hacerse totalmente. Retirar y reservar.
 
 

7-      Montar la fuente (si es que lo vamos a hacer en el horno) o la cazuela si lo hacemos sobre el fuego. Se pone una capa de patatas en el fondo, se cubren con trozos de bacalao, se espolvorea todo con perejil picadito, pimienta y un poquitín de maicena (disuelta en un poco del agua donde coció el bacalao) volver a repetir las capas hasta que el bacalao y patatas se hayan acabado. Volver a espolvorear con perejil, pimienta etc.
 
 

8-    Cubrir con leche caliente y la cebolla triturada con el agua de haber cocido el bacalao, que teníamos reservada.

9-    Ponerlo a fuego suave. En mi caso, como era mucha cantidad, tuve que ponerlo en una fuente grande y meterlo al horno a 190 grados.

10-Si quedase demasiado seco, se puede ir añadiendo leche y agua de la cocción del bacalao a partes iguales. Rectificar el punto de sal, por si hiciese falta.

11-Cuando las patatas estén tiernas, retirar y servir.

 

Es un plato tan rico y original, que nadie debería pasar sin probarlo.

Madre, por esta semana, ya tienes materia para leer, ya pensaré lo que te cuento en la próxima.

Como despedida, te dejo un fuerte abrazo con el cariño de tu hija.
 

                           Kasioles