Querida madre: Como te prometí, vuelvo para seguir contándote un poco más de la magia y el encanto que hemos vivido en ese pueblecito de Cantabria.
Menos mal que, cuando llegamos, era aún de día.
Al mediodía, las nubes hicieron un hueco para dejar pasar unos tenues rayos de sol, iluminaron la zona y le dieron un poco de alegría.
Creo recordar que íbamos subiendo por aquellas escaleras de madera muy oscura, casi negra.
Tuve tiempo para dar gracias por no llevar una pesada maleta, me preguntaba cómo la subiría por aquellos tramos altos y estrechos.
Cuando por fin llegamos, nos encontramos con un distribuidor iluminado por una pequeña ventana, entonces fue cuando… ¡los descubrí!
Presidiendo la puerta de cada habitación, bajo su numeración, había cuadros con brujas, hadas y duendes ¡no me lo podía creer! A cada una le correspondía un símbolo de la Mitología Cántabra.
Si de por sí, la casa ya era un tanto rarita, (allí no se veía ni un alma), el encontrarnos con duendes…
Noté que me miraba con ojos picarones, me sonreía, decidí no hacerle caso y miré para otro lado.
A la mañana siguiente, al salir para desayunar e ir a la otra casona, nos paramos a contemplar un paisaje blanquecino, por la noche había caído una fuerte helada.
Madre, hoy pensaba enviarte la receta de un bacalao con leche que hace muchos, pero muchos años, que lo había preparado para papá y para ti ¿recuerdas lo mucho que le había gustado?
Llevo buen rato tratando de encontrar las fotos que había hecho y no hay forma de localizarlas, tendré que dejarlo para la próxima semana.
En su lugar, voy a mandarte una especie de poesía que le he escrito a Anthony, desde esa casona llena de misterio.
Y ahora si que doy por terminada mi carta, ya sabes que volveré. Te dejo montones de cariños y abrazos.
Kasioles
Menos mal que, cuando llegamos, era aún de día.
Al mediodía, las nubes hicieron un hueco para dejar pasar unos tenues rayos de sol, iluminaron la zona y le dieron un poco de alegría.
Creo recordar que íbamos subiendo por aquellas escaleras de madera muy oscura, casi negra.
Tuve tiempo para dar gracias por no llevar una pesada maleta, me preguntaba cómo la subiría por aquellos tramos altos y estrechos.
Cuando por fin llegamos, nos encontramos con un distribuidor iluminado por una pequeña ventana, entonces fue cuando… ¡los descubrí!
Presidiendo la puerta de cada habitación, bajo su numeración, había cuadros con brujas, hadas y duendes ¡no me lo podía creer! A cada una le correspondía un símbolo de la Mitología Cántabra.
Si de por sí, la casa ya era un tanto rarita, (allí no se veía ni un alma), el encontrarnos con duendes…
Máriel y yo nos miramos, pero fuimos incapaces de pronunciar palabra.
Recorriendo puerta por puerta, encontramos nuestro número, estaba al final del pasillo y, de frente, me encontré con él: EL TRASNO.
En la Mitología Cántabra, recibe el nombre de TENTIRUJO, es equivalente a un trasno o trasgo de la Mitología Gallega.
Mi sorpresa fue grande cuando, al abrir la habitación, y en la pared que está frente a la cama, me encontré con otro cuadro del Tentirujo.
Noté que me miraba con ojos picarones, me sonreía, decidí no hacerle caso y miré para otro lado.
Pronto supe de quién se trataba:
Es un enano vestido de rojo y tocado con una boina de rabo tieso, a quien una hechicera (la diablesa de la lujuria Masabakes) le indica el lugar dónde debe actuar y le transporta por los aires hacia aquellos sitios donde haya muchachas obedientes y buenas para que, este diablejo, intente que dejen de serlo.
Para lograr su fin, se sirve del poder que tiene la mandrágora, es una planta embrujada con raíz de forma humana.
Así, cuando la mozuela se vuelve descarada de la noche a la mañana y apasionada, se suele decir; ¡Esa ya tropezó con el Tentirujo!
Al poco, reí y volví a reír, enseguida comprendí que el Tentirujo se había equivocado de lugar.
Yo ya no era ninguna mozuela y llevaba años, muchos años, queriendo apasionadamente.
¡Qué decir! Dormimos tranquilamente esa noche, sin que el ladrido de un triste perro alterase nuestro apacible sueño. Allí reinaba el más absoluto silencio.
Desde la tronera de nuestra habitación, se veían los tejados de algunas casas y esa pequeña iglesia.
Madre, hoy pensaba enviarte la receta de un bacalao con leche que hace muchos, pero muchos años, que lo había preparado para papá y para ti ¿recuerdas lo mucho que le había gustado?
Llevo buen rato tratando de encontrar las fotos que había hecho y no hay forma de localizarlas, tendré que dejarlo para la próxima semana.
En su lugar, voy a mandarte una especie de poesía que le he escrito a Anthony, desde esa casona llena de misterio.
Quisiera ser en tu vida
El alba que te despierta
Para que al abrir tus ojos
Me veas que estoy contenta.
Quisiera ser viento cálido
Y acariciar tu mejilla
Me gusta estar a tu lado
Desde que era chiquilla.
Quisiera que con tus brazos
Sólo rodees mi cuerpo
Me transmitas ese amor
Que ha perdurado en el tiempo.
Quisiera sentir tus manos
Acariciando mi piel
Sentir que te tengo cerca
Rozando mi piel con tu piel.
Quisiera amor de mi vida
Que no se pierda el encanto
Que la llama, siempre viva
Reavive el querernos tanto.
Y ahora si que doy por terminada mi carta, ya sabes que volveré. Te dejo montones de cariños y abrazos.
Kasioles