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lunes, 2 de noviembre de 2015

TARTA DE SANTIAGO

Querida madre: Hoy voy a contarte algo nuevo, será como recordar los momentos en que las dos charlábamos animadamente y te ponía al día de las pequeñeces que iban surgiendo en mi vida.

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Caminaba tan tranquila por la calle cuando, de pronto, veo aparecer una figura a lo lejos que se me hace familiar.

Mientras sigo con paso ligero, la voy observando más detenidamente ¡casi no me lo podía creer! ¡Era Sandro!

Aquél amigo de mi juventud ¿recuerdas la de veces que te he hablado de él?

Aprieto el paso, me pongo a su altura y le digo: ¡Vaya sorpresa que me has dado! ¡Qué alegría volver a verte! Jamás pensé que podría encontrarte por aquí, el mundo es un pañuelo.

Noté que me miraba fijamente, pero ni una palabra salió de sus labios, me sentí violenta, aquellos segundos se me hicieron eternos y fui yo la que volvió a decir:
¿Acaso no eres Sandro el que vivía cerca del mercado de San Agustín?

Sí, respondió al fin, pero tú… ¿Es posible que no me reconozcas?

Madre, te confieso que debo ser algo engreída, entre todos me habéis hecho creer que me conservo estupendamente, la verdad es que no he engordado mucho desde que me casé, que a base de tinte vegetal sigo con el mismo color de pelo, visto muy actual, como lo hacen mis hijas y  no dejo de ponerme esos altos tacones que tanto me gustaban pero…se habían pasado tantos años sin vernos…

Cuando le dije quien era, aquella jovencita que él acompañaba todas las mañanas por la calle Real, la que llevaba el pelo sujeto en un recogido y a veces se le soltaban las horquillas…

Que él se  iba a trabajar mientras yo me subía a aquél tranvía…

Ya no pude continuar, sentí que sus brazos me rodeaban y así permanecimos abrazados un largo rato.

Fue entonces cuando me di cuenta que él todavía guardaba en su mente la imagen de cuando yo tenía 18 años.

FELICIDADES, le dije, tú estás igual que siempre, y nos volvimos a abrazar.
Mañana he quedado con él, le hice esta tarta, sé que le gustaba.

Al llegar a casa, lo retuve en el pensamiento y recordando la palabra que Sindel había propuesto para esta semana, NIDO escribí:

En el nido de mis pensamientos
Fui guardando tus consejos
Eran para mí caricias
Que atraían desde lejos. 
Muchas veces despertaban
Los recuerdos de un pasado
La angustia de haber perdido
Al que yo tanto he amado.


Otras, hacían que renaciera
La pasión que adormecía
Encerrada en aquél techo
Compartido por los dos.

Y sin darme apenas cuenta
Fui siguiendo aquél camino
Que iluminaba mi vida
Por azares del destino.




Hoy, aunque mi carta se alarga, no quiero dejaros sin esta rica y fácil receta que siempre sale bien.

INGREDIENTES PARA LA TARTA:
4 huevos, 250 g de almendras molidas, 250 g de azúcar (para los menos golosos con 200 g es suficiente), las ralladuras de un limón, una cucharadita de canela molida, azúcar glass y un poco de mantequilla y harina para que no se pegue la tarta al molde.

PREPARACIÓN:
1-   Poner en un cuenco los cuatro huevos.

2-   Añadirles el azúcar.

3-   Batir el conjunto, sólo un poco, con batidora eléctrica.

4-   Añadir la almendra molida.

5-   Incorporar las ralladuras de un limón y la cucharadita de canela.

6-   Mezclar todo bien con ayuda de una espátula o cuchara de madera.

7-   Engrasar un molde desmontable con un poco de mantequilla, espolvorear con harina y sacudir la sobrante.

8-   Verter el contenido del cuenco en el molde engrasado, (también se puede poner un papel de aluminio engrasado que cubra el fondo y paredes del molde).

9-   Meter al horno precalentado a 180 grados con calor arriba y abajo. Dejar 30-35 minutos de cocción, hasta que la superficie esté completamente dorada.

10-  Retirar del horno y dejar templar.

11-  Desmoldar.

12- Hacer una plantilla, en cartón o papel, de la cruz de Santiago, en mi caso utilicé una plantilla de acero inoxidable. Colocarla sobre la tarta.

13- Espolvorear por encima con azúcar glass y levantar, con mucho cuidado, la plantilla.

14-  Degustar esta rica ración.



Ya sólo me queda enviaros mis cariños en abrazos, pretendo que os transmitan todo el amor que aún guarda mi corazón.                                                               

                                                        Kasioles