Querida madre: Esta semana ando un poco retrasada,
hoy ya es viernes y aún no tengo nada escrito ni preparado para enviarte mañana
la carta.
Intentaré ser lo más concisa posible y te contaré
lo que estoy haciendo.
Como no encuentro manteles, lo suficientemente
largos, que cubran la mesa para cuando nos juntamos todos, estoy haciendo uno,
de color rosa, para Navidad. Lo he cortado completo, mide tres metros y medio
de largo y cuelga suficiente por todos los lados de la mesa, como a ti te
gusta. Aún me falta coserle la puntilla todo alrededor.
Lleva 15 servilletas ¡cuánto me gustaría poder
hacer alguna más!
Y si te digo la verdad, en cada puntada que doy, no
puedo por menos que acordarme de ti y de lo que me decías siempre:
¡Hija! Cuando yo falte…tú, que eres muy lista
(gracias madre, por verme así) ya verás que bien te vas a defender con la
aguja, estoy segura de que todo te saldrá perfecto.
Y recordando tus palabras…hasta me creo que eres tú
la que guía mi mano para que todo me salga bien.
Contra mi costumbre, también he salido dos días en
esta semana. Hemos ido a comprarle el regalo de cumpleaños a Máriel y, otro de
los días, lo aproveché para buscar un adorno navideño que me haga juego con el
mantel y hacer con él un centro de mesa.
Entre entradas y salidas, he preparado un caldo
gallego con unas nabizas que me ha traído Sonsoles de Orense (se fueron allí
con los niños a pasar el fin de semana pasado) y ese olorcillo que desprendía
la verdura al cocer con el unto, me inundó la casa de recuerdos, tan
entrañables, que hasta he llegado a creerme que eras tú, la que con tanto
cariño, preparabas ese caldo para mí.
Con tu recuerdo en mi corazón, hoy soy yo la que te
ofrece un plato de esa rica verdura que tanto te gustaba.
Pero antes de meterme en la cocina, le he escrito
algo para Anthony:
Un toque y soplo de vida
Otro toque de ilusión
De locura, de pasión
Es lo que siento contigo
Al disfrutar de tu amor.
En cada momento juntos
He creído que habitaba
En un mundo imaginario
Hecho con sueños de amor.
Un mundo tan solo nuestro
Que construimos los dos
Porque cada amor encierra
Magia en los corazones
Que al latir tan abrazados
Inventan, a cada instante
Sensaciones melodiosas
Que acarician y enternecen
Que susurran y apasionan
Convirtiendo ese momento
En dulce locura de amor.
Y yo me dejo envolver
Por ese tierno sentir
Que acelera mi latir
Y hace que te diga siempre:
¡No podré vivir sin ti!
Y ahora es el momento de preparar ese caldo que te
prometí:
INGREDIENTES:
Dependiendo de la cantidad que queramos hacer, se
necesitarán dos o tres manojos de grelos o nabizas, un trocito pequeño de unto,
dos o tres patatas grandes, uno o dos puñados de alubias blancas, un hueso y
pieles de jamón, otro hueso de ternera, morcillo o falda de ternera, un trozo
de tocino salado y unos chorizos.
PREPARACIÓN:
4- Trocearla y reservar.
5- Cuando las carnes estén ablandando, se pelan y pican las patatas, cascándolas en trocitos muy pequeños.
6- Añadirlas al caldo y dejar que siga cociendo todo junto.
7- Al poco, se incorpora la verdura troceada y los chorizos.
8- Dejar cocer a fuego moderado hasta que todo esté bien tierno.
9- Servir el caldo por un lado, como primer plato y el resto de las carnes y chorizos por otro. Yo suelo acompañar el segundo plato con unas patatas cocidas enteras.
Notas:
Grelo: Es el brote del nabo, tiene el tallo algo
grueso y en el extremo de sus hojas salen las flores, hay que cortarlos antes
de que se abran para que el grelo sea más tierno.
Nabiza: Son las hojas del nabo, los tallos son muy
delgados y tiernos, se recogen antes de que aparezcan las flores.
Unto: Es la grasa del animal, una especie de tela
que recubre la panza del cerdo, se sala, se forma una bola con ella y se deja
secar, adquiere un color amarillento y un olor característico. No se come, sólo
es para dar ese sabor característico que tiene el caldo gallego.
El domingo, Máriel celebra su cumpleaños, nos
reuniremos todos en Segovia y pasaremos allí la mayor parte del día, ya te
contaré.
Te dejo un fuerte abrazo junto con el cariño de
toda la familia.