Querida madre: Acabo de poner el puchero al fuego con carne y unas verduras. Como me gusta hacerlo muy lentamente, espero tener tiempo suficiente para escribirte y no me suceda nada malo, es decir, se queme o se agarre al fondo de la cazuela.
La semana pasada se han reanudado las clases en la Universidad, ha comenzado el segundo cuatrimestre.
Me he propuesto no hacer lo mismo que en el anterior ¡ya está bien de no ser responsable y faltar a las clases!
Me siento con ganas de asistir y Anthony me dice que debo hacerlo, que vuelvo más contenta, además, me ha prometido que vendrá a buscarme a la salida.
Me espera en la puerta principal, yo procuro salir rápido, suelo ser una de las primeras, no quiero se impaciente, a Anthony nunca le ha gustado esperar.
Cuando me ve, me sonríe, me abraza y ya juntos, me dice: ¿adónde vamos hoy? ¿ a qué vas a invitarme ?
Pero siempre es él quien inicia el recorrido, se conoce mucho mejor que yo la ciudad y los sitios típicos donde ponen las tapas de nuestros gustos.
Si se nos hace tarde, nos quedamos a cenar algo ligero en cualquier restaurante de la zona.
A Anthony le encanta salir, disfruta lo mismo viendo un cuadro, que contemplando un jardín, dando un paseo o tomándose un pincho acompañado de una copita de vino Ribera de Duero.
Anthony tira de mí, lo digo porque yo soy más casera, ( me faltas tú para decirme que me arregle y salga con mi marido), los días se me pasarían y no echaría en falta la calle, siempre encuentro algo que hacer dentro de casa.
Los sábados, yo creo que se ha transformado en una rutina, siempre salimos. Nos juntamos con los amigos. Primero vamos a la misma cafetería de siempre, parece estamos abonados, después nos quedamos a cenar, eso si, el restaurante no es el mismo, de eso se encarga el fiel amigo Luigi, siempre está pendiente de reservar una mesa para todos.
Muchas veces no le resulta fácil, nos juntamos diez y no siempre lo encuentra a la primera.
Luigi, aunque en silencio, siempre trata de que la panda permanezca unida, nunca falta a la cita de los sábados.
Pilucha, su mujer, lo sigue, admiramos su fuerza de voluntad y agradecemos su esfuerzo pues, algunas veces, no se encuentra demasiado bien.
Todos ellos son amigos de Anthony, se conocen desde que eran pequeños, hoy son también mis amigos.
Todos se han casado y las mujeres formamos un buen grupo, nos respetamos, nos queremos y, si alguna virtud tenemos, destacaría el que somos poco chismosas.
Cambio de tema y me pongo a escribir la receta de bacalao que ha preparado tu nieto Willi.
He tenido los lomos de bacalao desalándose durante dos días en el frigorífico y les he cambiado tres veces el agua.
Ya desalado y escurrido, se cortan en raciones.
Poner sobre el fuego una sartén con poco aceite en el fondo, dejar calentar bien, echar los trozos de bacalao para marcarlos, primero con la piel para abajo. Dejar dos minutos haciéndose de cada lado.
Según vayan estando, se pasan a una fuente que pueda ir al horno.
Preparar una mayonesa con un diente de ajo picado, echarlo en el fondo del vaso de la batidora, añadirle un huevo entero, un chorro de vinagre, una pizca de sal y el aceite necesario para la cantidad que necesitemos.
Batir, manteniendo primero, durante un ratito, las cuchillas de la batidora en el fondo del vaso, sin mover el brazo de la batidora, luego, lentamente, ir levantándolo de arriba hacia abajo, en pocos minutos tendremos una mayonesa espesa y con aroma de ajo.
Poner, sobre cada trozo de bacalao, una buena cucharada de mayonesa por encima. Meter a horno fuerte a gratinar.
Cuando la superficie aparece dorada, es el momento de retirar y servir. Se decora con un poco de aceite de perejil y unas tiras de pimiento morrón. ¡Buenísimo!
Acabo ya, antes quiero enviarte un fuerte abrazo.
Kasioles
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